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Por el Amor de Ariadna

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Primer trabajo publicado por Daniel Gagliardo, precedido cronológicamente por otras dos obras aún no editorializadas - Apuntes para el camino y Cuadernos de notas- Por el Amor de Ariadna nos remite a la relación que la energía reencarnante, el ego, debe establecer con la propia alma. Con matices narrativos diversos, cada capítulo estimula a la elevación de la personalidad a la realidad supramental. Desde la importancia de entender la actual transición planetaria, hasta los estímulos cósmicos presentes en el capítulo siete, La Luz de los Espejos, esta obra ofrece una luminosa salida hacia fuera del laberinto; representación de la actual condición ultra materialista de la humanidad. En el capítulo dos, al cual el libro debe su nombre, energías de alto poder simbólico permean al lector. Teseo y Ariadna revelan de qué modo los universos y aquellas partículas que los componen, son asistidos en su trayectoria evolutiva e integración cósmica.

Camino a Otra Realidad. Muchas personas comienzan a percibir hoy que estamos en el transcurso de una transición planetaria. De entre estos individuos, solo algunos pocos, aún, comprenden que aquella transición debe encontrar en ellos campo para su manifestación. Todavía menor es el número de seres que, con osadía, entrega su vida al cuidado de las simientes que se abren paso hacia lo alto.El vaciamiento de todo lo viejo nos es requerido. La disponibilidad para nuevos patrones de existencia nos torna auxiliares de la nueva polaridad planetaria. Los patrones de referencia, son la única posibilidad cierta que, aquella Voluntad Superior a la que debemos entregarnos, podrá utilizar para su manifestación. Nuestra entrega no es vista como genuina desde los niveles internos,hasta que persistentemente no refractamos o limitamos, la influencia que el juego de fuerzas albergado en los niveles materiales ofrece. El desapego, y la ausencia de preconceptos, nos abren el camino hacia la Ley Evolutiva Superior. Fuertes vínculos con el cosmos, se revelan como promesa para la Nueva Humanidad. La antesala y anticipo de ese futuro, pueden ser percibidos por aquellos que abiertos a lo inédito, en silencio ensayan el contacto interior. Las Civilizaciones Intraterrenas asumen para estos peregrinos el símbolo de aquella Ley, cuyos fuegos, operan en la fragua de la cual emerge la nueva consciencia humana de superficie. Alguien nos preguntó una vez, si era posible ir al encuentro de manera consciente, con una Ley por la que nunca fuimos regidos. La contestación se basó puntualmente en una observación: Este es un tiempo donde debemos ir al encuentro de la existencia toda con la mayor lucidez posible. Este es el tiempo del despertar de la consciencia. Para quienes representan y asumen la nueva polaridad planetaria, vista como la plataforma de su proceso evolutivo de manera irrenunciable, vivir el eterno presente es prepararse para acoger conscientemente lo inédito. Es bajo la óptica del Alma, sintonizar las nuevas Leyes por las que seremos conducidos. Por otra parte, el término consciente solemos utilizarlo limitado al rango de la existencia externa. Dicho rango solo representa una fracción de lo que abarcamos como consciencias. Precisamente la fracción que, con relación a la actividad energética de su propio nivel –interprétese realidad– mantiene una permanente disociación. Un desaprovechamiento estable del potencial disponible. Atentos a la fuente interna, sintonizaremos en la medida que convenga a nuestro proceso evolutivo la dinámica de las Leyes. Rectoras, que utilizan la actual transición como puerta de acceso, para instalarse en este amplio ciclo en el que se sume el ser planetario. Es aquella fuente, la que opera conscientemente con los nuevos dinamismos de la energía. Las Leyes resuenan en el diapasón interior. Este adapta su patrón, para que ajustado a nuestro proceso evolutivo alcancemos la posibilidad de su exteriorización. Si permitiéramos ser conducidos. Si comprendiéramos, quienes participamos de esta vida planetaria, que por ser considerados por la regencia del orbe partículas de su propia conformación, un nutrido sustento energético nos traspasa sin cesar. Que con solo orientarnos y tomar la posición correcta, podríamos ser arrebatados del estancamiento general. Descubriendo que nuestras fuerzas y posibilidades nos son desconocidas. Al igual que lo inédito, que debemos abrirnos y reflejar. Nuestro potencial oculto se activa, cuando lo ofrecemos también a ocultas Leyes. Lo que creemos que somos o deberíamos llegar a ser, opera como un narcótico para nuestra mente. Mientras lo sustentamos, impide que nos tornemos armonizadores de la existencia material. Nuestro interior vive el pulsar cósmico. Su estado es actualización absoluta y fluida. Cuidar de una simiente, no puede estar disociado de comprender la existencia de una profunda raíz. De confirmar en nuestra consciencia, que es en lo profundo donde aquel proceso encuentra sustento. Decíamos al principio, que estamos participando de una transición. Hay quienes en ella representan la simiente en su despertar. También aquellos otros que, habiendo recibido todo, parecieran no poder convocar suficientes energías para abandonar su letargo. En estado superlativo aún, nos encontramos con quienes ya ofrendan el florecimiento de su existencia. Los hay también como frutos maduros, alimentando la tan necesitada expansión de consciencia. Integrados como espejos en la esencia de este nuevo ciclo. Un sol desconocido será el que surja en el amanecer que esperamos. Él no podrá alumbrar aquello que no esté en sintonía con su inédita expresión. No guarda preferencia alguna por el período de desenvolvimiento transitado por cada simiente. Para él solo cuenta, que cada partícula exprese el ordenamiento correspondiente a la etapa que transita. Debemos comprender que esta transición, al igual que todo lo que nos toca vivir, solo podremos transitarla dentro de nuestras posibilidades. Éstas no son ninguna otra cosa, que lo que permitamos a nuestro ser interno cualificar y conducir. Es nuestra consciencia interior, el peregrino autoconvocado que debe servir al mundo en este tránsito. Es quien conoce la senda. Si permitimos, como trajes que somos, que sus movimientos puedan fluir en estos niveles; viviremos con gratitud, incluso, las espinas y el polvo del camino.

Fragmento del libro Por El Amor de Ariadna, Daniel Gagliardo>

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